La visión que tiene la religión cristiana sobre la mujer no suele ser muy igualitaria. Si bien en los últimos tiempos las cosas están empezando a cambiar, lo cierto es que el cristianismo, tanto en su vertiente católica como en las demás ramas posteriores, no ha permitido que la mujer domine, gobierne o mande en sus instituciones. La figura femenina sí ha estado presente, por supuesto, en la historia de esta religión, a través de las santas y de mujeres tan importantes como la propia Virgen María, madre de Jesucristo. Sin embargo, es una versión idealizada la que se hace de estas mujeres, tocadas por el Espíritu Santo. Son sumisas en un mundo de hombres, donde son ellos los que llevan el peso de las decisiones importantes. El papa debe ser un hombre. Los sacerdotes siempre son hombres. Y la misión de las mujeres dentro de las congregaciones consiste en asistir a los desvalidos, en muchos casos encerradas en un convento.
Sin embargo, hay una figura femenina que parece desmarcarse de esa imagen pulcra y virginal. María Magdalena, o María de Magdala, ha sido siempre una figura recurrente a la hora de polemizar sobre las Sagradas Escrituras. Su aparición en el Nuevo Testamento, como una seguidora importante de Jesús, pero fuera del grupo de apóstoles, así lo deja claro. Sin embargo, la historia también nos ha contado, a través de textos apócrifos y gnósticos, que María Magdalena era mucho más que esa mujer a la que Jesús redimió. Se ha llegado incluso a insinuar que era su discípula más querida, por encima de todos los demás apóstoles. Incluso que llegó a tener una relación carnal con ella, como insinúa Dan Brown en El Código Da Vinci, apostando incluso por un linaje sagrado. Siempre envuelta en dudas y teorías que se contradicen, la realidad de María Magdalena es casi imposible de descifrar hoy en día, dos mil años después. Sin embargo, nosotros volvemos atrás en el tiempo para conocer más sobre esta figura tan importante, pese a quien pese, dentro del cristianismo.
La figura de María Magdalena
A lo largo de estos dos mil años, la figura de María Magdalena ha sido utilizada, vilipendiada e incluso glorificada, por culturas muy distintas y en tiempos muy diferentes. Sus referencias en los textos sagrados nos hablan de una mujer que seguía a Jesús con devoción, pero nada más. Todo lo demás sale de textos apócrifos, o de las intencionadas declaraciones en el seno de la propia Iglesia, que no dudó en su momento de catalogarla como prostituta arrepentida, tal vez para empezar una persecución contra las mujeres. La vuelta al pecado original de Eva, la mujer como perdición para toda la Humanidad. La figura de la Magdalena, sin embargo, representaba la redención de una pecadora que había encontrar el camino del Señor y se había unido a él para ayudarle a predicar, aunque fuese fuera de su círculo de apóstoles.
Apariciones en la biblia
El personaje de María de Magdala aparece en varios pasajes de la Biblia, especialmente en los evangelios de Lucas y Marcos, en el Nuevo Testamento. En esos pasajes se habla de ella como una mujer a la que Jesús curó, expulsando los siete demonios que llevaban dentro. Posteriormente, María ayudó a Jesús y a los apóstoles en su peregrinación por Galilea, para expandir la palabra del Señor. De estos pasajes no se deduce, en ningún caso, que María fuera una trabajadora sexual, ni tampoco que tuviera una relación especial con Jesús. Si nos atenemos a la Biblia, por tanto, María Magdalena fue simplemente una de tantas personas que adoraba a Cristo. Sin embargo, en la muerte y resurrección del Salvador, María tendría un papel muy especial reservado.
Su importancia para Jesús
María fue importante en los últimos días de Jesús, como así lo atestiguan las Escrituras. Llegó a estar presente en la Última Cena (aunque no como uno de los apóstoles, algo que han repetido diversas teorías) y también acompañó a María en la crucifixión, uno de los momentos más importantes de todo el Nuevo Testamento. Por si fuera poco, María de Magdala fue la primera persona a la que Jesús se reveló al resucitar, tres días después de su muerte. La mujer le buscaba desconsolada y le encontró a la salida de la cueva donde había sido enterrado. Una importancia capital en pasajes muy especiales que hacen que muchos hayan discutido la versión oficial de la Iglesia sobre esta figura femenina.
Para los gnósticos, una especie de secta cristiana que nació después de la muerte de Cristo y que estuvo batallando contra la “oficialidad” de otras corrientes católicas, María era el ejemplo viviente de la seguidora de Jesús. Estaba incluso por encima de los apóstoles, pues la confianza que Cristo tenía con ella era superior. La relación era mucho más fuerte e intensa de lo que se comenta en los evangelios, y eso ha dado pie a muchas especulaciones. ¿Pudo ser María Magdalena la mujer de Jesús? Esto es algo improbable, según los expertos, pero no quita para que su figura se haya visto eclipsada, obviada e incluso vilipendiada por la propia Iglesia, hasta hace bien poco.
Según la iglesia María Magdalena una prostituta arrepentida
Según los pasajes de la propia Biblia, María Magdalena era una simple seguidora de Jesús, que recibía su visita al resucitar. Sin embargo, la Iglesia siempre ha jugado con esa figura, para llevarla adonde más le convenía. En el siglo VI, el papa Gregorio I afirmó que la Magdalena era una prostituta arrepentida, tomando como base el pasaje donde Jesús la exorciza. Supuestamente, y según la versión del propio papa, María de Magdala había estado poseída por demonios lujuriosos que la hacían cometer pecados impuros con otros hombres. Tras ser salva por Jesús, la mujer se arrepintió y dedicó su vida a la devoción por Cristo. Una visión que ha llegado hasta nuestros días pero que nace, como vemos, de una simple interpretación.
En aquellos tiempos, y durante toda la Edad Media, la Iglesia católica no se mostró demasiado amable con el género femenino, al que soportaba siempre y cuando estuviera sometido bajo sus dogmas. La imagen de una prostituta servía como ejemplo moralizante y fue muy útil para la Iglesia en aquellos tiempos, aun a costa de desprestigiar a una de las personas más queridas por Jesucristo. Ya en 1969, la Iglesia reconoció que la interpretación de María como prostituta no eran más que especulaciones. Y más recientemente, el papa Francisco ha querido ponerla en su lugar, oficializando su puesto como apóstol de los apóstoles, y marcando así el camino para recuperar el honor perdido durante todos estos siglos a una mujer que quiso a Jesús tanto como pudo.